Por Ronny Hdez-Mora
El turismo, como lo define la Organización Mundial del Turismo es «un fenómeno social, cultural y económico relacionado con el movimiento de las personas a lugares que se encuentran fuera de su lugar de residencia habitual por motivos personales o de negocios/profesionales».
Aquellos quienes realizan esos movimientos a otros sitios fuera de su lugar de residencia son considerados visitantes, ya sean turistas (que pasan fuera de su lugar de residencia más de 24 horas) o excursionistas (realizan paseos o desplazamientos y vuelven a su lugar de residencia en menos de 24 horas).
Actualmente, según datos de la misma organización, esta actividad a nivel mundial corresponde al 9% del PIB total, genera 1 de cada 11 trabajos, y representa el 6% del comercio internacional.
Ante este panorama, y tomando en cuenta que es una actividad que aumenta día con día, es necesario preguntarnos ¿Para qué hacemos turismo y porqué?
Es claro que, cansados y agobiados por la habitualidad de la vida cotidiana, se hace necesario que cada cierto tiempo tomemos un descanso, y utilicemos nuestro tiempo de ocio o tiempo libre, en actividades que sean distintas a las que estamos acostumbrados, en experiencias que nos alejen del estrés y del estancamiento creativo.
Este no es un fenómeno completamente nuevo, de hecho a lo largo del tiempo, la humanidad ha sentido la necesidad de salir de su lugar de residencia y adquirir nuevas experiencias; que lo renovaran, para así volver con un mejor ánimo a sus quehaceres. No hace mucho tiempo atrás, practicar turismo era solo accesible para las clases más altas y con mayor poder adquisitivo, sin embargo, hoy en día se han abaratado los costos de realizar viajes, dando la oportunidad de que una mayor cantidad de personas sean capaces de realizarlo, y no sólo esto, sino también el poder de elegir qué tipo de turismo desea practicar.
Pero, para poder realizar una buena elección, es necesario desvincularnos del imaginario colectivo, de visiones erróneas y preceptos que poseamos, para así dar oportunidad a que diferentes destinos y comunidades se narren ellas mismas, dando una valiosa ocasión para compartir, para obtener una experiencia turística que nos abra una serie de espacios culturales, naturales y simbólicos, en busca de una distensión en nuestras vidas.
Hacer turismo es darnos la oportunidad de aprender, de sensibilizarnos; por lo que no es justo para nosotros mismos que, engañados por ficciones publicitarias, practiquemos un turismo de consumo sin sentido, de irrealidades, de olvido. Es necesario que por el contrario, practiquemos un turismo que nos brinde una oportunidad de conocimiento y aprendizaje proveniente de la práctica, de palpar realidades, de colaborar y conocer a nuevas personas, de devenir más sensibles; ¿y qué mejor que el turismo rural comunitario para lograr este cometido?
Se preguntará: ¿qué es el turismo rural comunitario? Bueno, bien se puede definir en primer lugar como aquel tipo de turismo que se desarrolla en áreas rurales, sin embargo dentro de sólo este concepto pueden entrar otras categoría de turismo; por lo que, es necesario aclarar que el “comunitario” se refiere a que es un turismo promovido y gestionado por las propias comunidades del lugar de destino.
Lo especial de este tipo de turismo es que posee el potencial de mejorar la calidad de vida tanto de la comunidad anfitriona como de aquellos quienes la visitan, de hacer un uso sostenible de los recursos naturales y de preservar y promover además los recursos culturales de cada región.
Permite que individuos, familias y comunidades diversifiquen sus actividades económicas a través del turismo, a que se genere un flujo de ingresos extra en sus ya actividades cotidianas, dándole una visión de atractivo a los entornos propios y acostumbrados, y a los quehaceres diarios de los diferentes lugares, sin tener que caer en la construcción de un destino ficticio, si no enalteciendo la autenticidad de cada comunidad que conforma y construye un país.
Es una oportunidad de apropiarnos de nuestra identidad, de tomar en nuestras manos el desarrollo de un turismo responsable, de disfrutar, de darnos cuenta de las interconexiones que existen dentro del desarrollo de un país; de salir de las burbujas mentales que no dejan ver más allá y caer en cuenta de cuáles son los procesos de transformación de los recursos naturales para uso de todos nosotros y así caer en un proceso de sensibilización hacia nuestro actuar y manera de vivir.
Anímese a practicar este tipo de turismo, en donde se rompen barreras históricas y culturales, sin duda alguna esta será la nueva forma de hacer turismo en el futuro. Dejemos que este turismo revitalice y forme nuevos lazos sociales rotos alguna vez por subsistemas religiosos, políticos, geográficos y económicos.
A fin de cuentas, hacer turismo es vivir experiencias, buenas o malas, y eso depende de la elección de su destino turístico y sus actividades. Recorrer el país en sus rincones, compartir con su gente, disfrutar de sus paisajes y aprender cosas nuevas es la mejor experiencia que se puede obtener; como dijo Alberto Manuel Brenes: «Conocer nuestro país es amarlo, es estrechar lazos de todos los géneros, promover la cultura, fomentar el progreso, es hacer obra realmente patriótica